El día de hoy se ha centrado en: “como nosotros…”
El día empieza como de costumbre con una oración, pero
esta vez recitando el SALMO AL DIOS DE LA LUZ.
Terminada la oración hemos pasado a la sala donde
vamos a celebrar el “Sacramental de la reconciliación”. Tras entregarnos el
documento que nos introduce en la experiencia con un texto de J.A. Pagola: “Para encontrarnos con el Resucitado es
necesario, ante todo, hacer un recorrido interior. Si no lo encontramos dentro
de nosotros, no lo encontraremos en ninguna parte”. Con él vamos a reflexionar sobre nuestra condición de
“pecadores” y, la certeza de encontrarnos con el resucitado que nos ilumina. A continuación se invita a preguntarnos cuáles son las oscuridades de nuestra vida, las
sombras que en este presente de nuestra vida nos impiden encontrarnos con Jesús
resucitado, experimentar que Él nos falta en nuestra vida. Y os invitamos a
hacerlo a través de un gesto: se nos reparte un poco de cera en trocitos y nos identificamos con ese puñado de cera,
observamos su recorrido desde que unas abejas la crearon, observamos sus
características: su color, olor, textura… y nos identificamos con ella.
Podemos pensar que nuestra
vida es como este puñado de cera, ¿qué le falta para estar completo? ¿Qué
necesita para poder alumbrar? Quizás eso que falta o que sobra es lo que nos
hace buscar a Jesús en la oscuridad, es lo que nos distancia de él, es en
definitiva nuestro pecado.
Se nos invita a identificar
con todo detalle, qué nos hace vivir en la oscuridad, qué nos hace sentir lejos
de Resucitado, buscar a Jesús en la oscuridad, y pedimos la gracia de reconocer
su voz que nos llama por nuestro nombre.
Tras un rato de meditación, mientras suena una
canción, nos vamos levantando y depositando la cera en un calentador donde se
fundirá (Tomo consciencia de aquello
que en nuestra vida necesita ser expuesto al calor del amor de Dios para poder
ser fundido y transformado) y de
esta forma Él se convierte en luz que ilumina nuestro camino. Es lo que
queremos expresar con este gesto de verter toda nuestra cera, ya derretida al
calor del AMOR de Dios que nos reconstruye,
en el cuenco realizado en la arena que se convertirá en una vela que presidirá, a partir de ahora, nuestras
celebraciones. Mientras, vamos compartiendo alguna palabra o frase que nos ha
resonado en la meditación o simplemente queremos pedir perdón.
Terminamos la celebración con la incorporación de los
niños que habían estado trabajando también el perdón, y entregan a sus padres
un abanico, símbolo del aire nuevo que el Espíritu ese día nos regalaba, y los
padres entregaron a sus hijos un globo en forma de corazón como símbolo del
amor del Padre Bueno que también se derramaba en ellos.
Por la tarde tenemos un momento fuerte de estas jornadas: “Los testimonios”.
Ya sabéis, un vaciamiento en público, contando de la propia vida: experiencias,
buenas o malas, narradas por varios jornaleros y que siempre, de una forma u
otra, nos acaban haciendo llorar y nos llegan al corazón.
Este año compartieron (muy emotivamente, como siempre
sucede) Cristina Pérez, Marisa Fuertes, Inmaculada Ballesteros y Pilar Cerezo.
Más tarde tenemos un espacio libre que sirve para
preparar lo que será la velada del último día.
Después de la cena, celebramos un breve, por la
compañía inesperada de visitantes alados, pero intenso “Vía Lucis”; un recorrido
nocturno con 6 estaciones, por los alrededores de la finca, bajo la invocación
del salmo “Te adoramos y te bendecimos, ¡Oh Cristo!, que por tu resurrección
nos has dado vida” se iba parando por cada petición del Padrenuestro, y se nos
invitaba a meditar con textos y preguntas. Un documento para tener cerca y
repasar durante el año.
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